Thursday, July 12, 2012


Te tengo que pedir perdón por ese libro que te di, que es una bomba de tiempo, y tú y yo lo sabemos, y es injusto y sucio jugar así. Es una bomba de tiempo para los dos, porque te mirará desde tus estantes atiborrados de volúmenes y te susurrará en las noches, y tú y tu voluntad de hierro y esa nobleza tuya que me hace enloquecer se van a resistir quién sabe cuánto tiempo más. Vas a entrar a tu cuarto y lo pasarás de largo, porque nadie más en el mundo podría hacerlo, Carlos, tener un libro que te está esperando con un mensaje que mueres por escuchar, y no tocarlo, y no abrirlo, y no acercarte a él, y es que estoy segura de que vas a esperar hasta estar listo, carajo, y eso sólo tú lo sabes, cuándo te vas a cansar de este juego de no estar y finalmente vas a enfrentar tu pasado. Y una vez más, como Dominique y Roark, me toca sólo esperar, y es por eso que el libro es una jugada sucia, porque es un gesto de incertidumbre, ¿lo ves? Roark jamás dudó, estuvo siempre seguro de que Dominique regresaría, y por lo mismo no tuvo necesidad de ir a colgarle al cuello un ancla, una carta sin destinatario, con el remitente escrito en letras rojas, que tarde o temprano tiene que regresar. Me disculpo porque tú y yo nos entendemos, pero siempre he sido yo la impaciente de los dos. Entendemos que vernos es un peligro y un regalo, independientemente de qué y cómo hablemos, de lo que digamos, porque las palabras son lo de menos, lo importante es su presencia, la nuestra. Y esa certidumbre que flota en medio de nosotros, esa obviedad de la que hablamos sin hablar de ella. Es como los eufemismos de Sabines, aunque espero curarme de ti nunca ha sido para ti. Yo espero no curarme de ti nunca, y quererte más de una semana. Pero es cierto que sabes cómo te digo que te quiero, cómo nos decimos que nos extrañamos y nos necesitamos y nos pensamos y nos respiramos y nos dolemos y nos esperamos. Así, caminando sin rumbo fijo por la Condesa, dejando nuestro trabajo atrás, cuando desaparece la tensión y el estrés de tener que llegar, porque de pronto nada de eso importa ni existe, ninguna responsabilidad ni objeción externa ni compromiso, sólo poder andar una cuadra más, y es que siempre te he querido más cuando no estás, cuando no me miras con esos ojos que dicen que se te va la vida por mí. Cómo me duele que me quieras tanto, Carlos, y cuánto quiero que me quieras más. Y eso no hay necesidad de ponerlo en palabras, y por eso me disculpo por el libro. Porque sé que en ti no hace ninguna diferencia y que entiendes mi falta de cordura y que necesito ese tipo de gestos para sentirme segura, pero que tú te mueves en otro tiempo, que para ti son claras ciertas cosas que a mí me tienen que explicar. Y jamás pensé que en esto me sentiría tan frágil e incapaz como La Maga, porque he sido yo siempre el Oliveira de las relaciones, dando las cosas por sentado, menospreciando a mis magos, resoplando por tener que llevarles siempre de la mano. Así fui siempre incluso contigo, Carlos. Pero ahora necesito que me tengas paciencia tú a mí, porque yo te puedo hablar mucho de todo menos de mí, porque mi entendimiento del mundo ha sido siempre externo y tú tienes esa maldita intuición que a mí me falta, de entender lo que no se dice, y yo jamás te he dicho que soy de papel celofán y tú lo entiendes, y entonces necesito que me perdones esa bomba de tiempo escrita por Murakami, que me lo perdones no por ti sino por mí, y tal vez un poco por orgullo pero sobre todo porque quería mantener la poesía de esta espera y no puedo.

No comments:

Post a Comment