Sunday, August 12, 2012


Me estoy muriendo por dentro, Carlos, de este esperar interminable. Me estoy volviendo loca de fatiga, de desilusión. Por qué tardas tanto, Carlos, qué estás esperando? Será que todo esto no existe más que en mi cabeza, y que tú realmente has seguido adelante, y no mirarás atrás, y nosotros somos sólo pasado, nada más que un recuerdo de ese amor adolescente del que hablabas, de ese amor químico del que hablaba yo. Quizás todo esto no sea más que un recurso mío, de mi intransigente y disfuncional mente, para no avanzar, para seguir anclada en un ideal imposible que no volverá, que probablemente nunca existió sino que es un invento mío, una más de mis historias para no perder la cordura. Quizás estoy esperando un tren que partió hace tiempo, y las vías de regreso a mí han sido desmanteladas, y esos vagones siguen su propia ruta, lejos, persiguiendo una utopía ajena a miles de horizontes de distancia de la mía. Pero tú lo dijiste, Carlos, tú me lo dijiste. Que la obviedad compartida en silencio entre nosotros dormirá hasta que llegue el momento de detonarla. Que es claro, en tu corazón y en tu mente, que un día nos volveremos a encontrar sobre ese edifico que aun no existe para continuar con esta historia nuestra que no debió haber terminado entonces, que no ha terminado todavía. Pero es ese el problema, lo ves, Carlos? Esa estructura desnuda, ese esqueleto de edificio no se ha materializado aun, no vive más que en nuestras mentes. Nuestro punto de encuentro es un abstracto que no tiene tiempo ni lugar, porque no ha llegado el tiempo, no hemos hallado el lugar. Y entonces sólo queda esperar, a que cada uno de nosotros vaya construyendo con los cimientos de su vida los fundamentos de ese edificio, hasta que estén lo suficientemente sólidos y anclados para poder andar sobre ellos, y subir finalmente escalón a escalón el camino que nos lleve allá arriba, desde donde podremos ver juntos la ciudad entera y sentirnos dueños de ella.
Carlos, duermo con un hombre que no amo, y no entiendo cómo puedes tú soportarlo. Lo respeto y admiro, le tengo cariño, pero no puedo evitar desear que no fuera su olor sino el tuyo el que duerme a mi lado en las noches, que no fuera su respirar sobre mi piel cada mañana, ni su voz en mi oído, ni sus manos entre las mías cuando hacemos el amor, ni su mirada que habla más de lo que él quiere decir, sino tú y todo lo que implica tenerte.. No quiero desperdiciar en él palabras que puedo decirte sólo a ti, que siempre han sido tuyas. Siento que te traiciono, Carlos, cuando lo hago. Así que pienso y me pregunto y concluyo que a Ximena la tienes que querer más de lo que quiero aceptar, porque tiene el corazón más limpio que el mío, y no puedo concebir que te permitas actuar de otro modo, que estés con ella sintiendo lo que yo siento con Ken, pensando estos pensamientos, esperando este futuro. Nadie merece eso, Carlos, ni Ken ni Ximena, y me gustaría pensar que no eres capaz de mentirle a ese grado, al grado que yo lo estoy haciendo, espero que la quieras y sigas a su lado hasta que dejes de hacerlo, pues prefiero eso a que vivas este dolor en el pecho y esta hipocresía que yo enfrento cuando beso unos labios que no son los tuyos, y dejo mi mano correr por su espalda dibujando en ella marcas que nacieron sobre tu piel y deben continuar en una caricia huérfana, que te busca en vano y se clava en mares ajenos, y naufraga sin ti y me lleva entre sus mareas y es que Carlos, cómo puedes soportar esta espera, de dónde sacas la fuerza, la integridad, la determinación de hacerlo, me lo explicas? Carlos, espero que no te explote el corazón de tristeza y de frustración como exploto yo cuando veo que una parte de mí desearía poder responderle a este hombre con algo más que indiferencia y enajenidad. Porque no lo merece, Carlos, que me niegue a quererlo porque te quiero a ti, que me niegue a regalarle partes de mí que son tuyas, no lo merecemos ni él ni yo, este no poder querernos plenamente porque hay un vacío entre nosotros que lleva tu nombre, y no soy lo  suficientemente valiente para cruzarlo, y no quiero serlo. Es un triste día para el mundo, aquel en el que despiertas arrepintiéndote de amar tanto, deseando ser de piedra, aquél en que debes sentir culpa porque tu embarcación ha encontrado un puerto, y sin embargo debe partir de él. Calos, qué mundo es este en que vivimos en que tu y yo no podemos estar juntos, y me veo obligada a quererte a través de otro, sintiéndome sucia con cada beso, con cada caricia, Carlos, no puedo hacerlo, carajo, no puedo mentir así, me voy a romper en mil pedazos, no puedo. Siento que te estoy traicionando. Pero quererlo a él, Carlos, a expensas de dejar de quererte a ti, sería traicionarme, y con eso no podría vivir. 

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