Me estoy muriendo por dentro, Carlos, de este esperar interminable. Me
estoy volviendo loca de fatiga, de desilusión. Por qué tardas tanto, Carlos,
qué estás esperando? Será que todo esto no existe más que en mi cabeza, y que
tú realmente has seguido adelante, y no mirarás atrás, y nosotros somos sólo
pasado, nada más que un recuerdo de ese amor adolescente del que hablabas, de
ese amor químico del que hablaba yo. Quizás todo esto no sea más que un recurso
mío, de mi intransigente y disfuncional mente, para no avanzar, para seguir
anclada en un ideal imposible que no volverá, que probablemente nunca existió
sino que es un invento mío, una más de mis historias para no perder la cordura.
Quizás estoy esperando un tren que partió hace tiempo, y las vías de regreso a
mí han sido desmanteladas, y esos vagones siguen su propia ruta, lejos,
persiguiendo una utopía ajena a miles de horizontes de distancia de la mía. Pero
tú lo dijiste, Carlos, tú me lo dijiste. Que la obviedad compartida en silencio
entre nosotros dormirá hasta que llegue el momento de detonarla. Que es claro,
en tu corazón y en tu mente, que un día nos volveremos a encontrar sobre ese
edifico que aun no existe para continuar con esta historia nuestra que no debió
haber terminado entonces, que no ha terminado todavía. Pero es ese el problema,
lo ves, Carlos? Esa estructura desnuda, ese esqueleto de edificio no se ha
materializado aun, no vive más que en nuestras mentes. Nuestro punto de
encuentro es un abstracto que no tiene tiempo ni lugar, porque no ha llegado el
tiempo, no hemos hallado el lugar. Y entonces sólo queda esperar, a que cada
uno de nosotros vaya construyendo con los cimientos de su vida los fundamentos
de ese edificio, hasta que estén lo suficientemente sólidos y anclados para
poder andar sobre ellos, y subir finalmente escalón a escalón el camino que nos
lleve allá arriba, desde donde podremos ver juntos la ciudad entera y sentirnos
dueños de ella.
Carlos, duermo con un hombre que no amo, y no entiendo cómo puedes tú
soportarlo. Lo respeto y admiro, le tengo cariño, pero no puedo evitar desear
que no fuera su olor sino el tuyo el que duerme a mi lado en las noches, que no
fuera su respirar sobre mi piel cada mañana, ni su voz en mi oído, ni sus manos
entre las mías cuando hacemos el amor, ni su mirada que habla más de lo que él
quiere decir, sino tú y todo lo que implica tenerte.. No quiero desperdiciar en
él palabras que puedo decirte sólo a ti, que siempre han sido tuyas. Siento que
te traiciono, Carlos, cuando lo hago. Así que pienso y me pregunto y concluyo
que a Ximena la tienes que querer más de lo que quiero aceptar, porque tiene el
corazón más limpio que el mío, y no puedo concebir que te permitas actuar de
otro modo, que estés con ella sintiendo lo que yo siento con Ken, pensando
estos pensamientos, esperando este futuro. Nadie merece eso, Carlos, ni Ken ni
Ximena, y me gustaría pensar que no eres capaz de mentirle a ese grado, al
grado que yo lo estoy haciendo, espero que la quieras y sigas a su lado hasta
que dejes de hacerlo, pues prefiero eso a que vivas este dolor en el pecho y
esta hipocresía que yo enfrento cuando beso unos labios que no son los tuyos, y
dejo mi mano correr por su espalda dibujando en ella marcas que nacieron sobre
tu piel y deben continuar en una caricia huérfana, que te busca en vano y se
clava en mares ajenos, y naufraga sin ti y me lleva entre sus mareas y es que
Carlos, cómo puedes soportar esta espera, de dónde sacas la fuerza, la
integridad, la determinación de hacerlo, me lo explicas? Carlos, espero que no
te explote el corazón de tristeza y de frustración como exploto yo cuando veo
que una parte de mí desearía poder responderle a este hombre con algo más que
indiferencia y enajenidad. Porque no lo merece, Carlos, que me niegue a
quererlo porque te quiero a ti, que me niegue a regalarle partes de mí que son
tuyas, no lo merecemos ni él ni yo, este no poder querernos plenamente porque
hay un vacío entre nosotros que lleva tu nombre, y no soy lo suficientemente valiente para cruzarlo, y no
quiero serlo. Es un triste día para el mundo, aquel en el que despiertas
arrepintiéndote de amar tanto, deseando ser de piedra, aquél en que debes
sentir culpa porque tu embarcación ha encontrado un puerto, y sin embargo debe
partir de él. Calos, qué mundo es este en que vivimos en que tu y yo no podemos
estar juntos, y me veo obligada a quererte a través de otro, sintiéndome sucia
con cada beso, con cada caricia, Carlos, no puedo hacerlo, carajo, no puedo
mentir así, me voy a romper en mil pedazos, no puedo. Siento que te estoy
traicionando. Pero quererlo a él, Carlos, a expensas de dejar de quererte a ti,
sería traicionarme, y con eso no podría vivir.
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